
Alma Reville se adentró en el mundo del cine a una edad muy temprana. Con tan sólo dieciséis años, se convirtió en una de las primeras montadoras del mundo. Sin embargo, desde la infancia había estado rodeada de cámaras y actores, pues su padre desempeñaba tareas dentro del departamento de vestuario en los estudios Twickenham. Fue precisamente ahí donde, años después, conocería a quien sería su futuro marido, Alfred Hitchcock.
Alma tenía forjada una sólida carrera en la industria mucho antes que el director de Vértigo. Su impecable trabajo le llevó a escalar rápidamente puestos en la empresa. Una dinámica que se frenó cuando contrajo matrimonio en 1926. Como no estaba socialmente bien visto que las mujeres casadas trabajaran, acabó relegada a un segundo plano. Una época que coincide con el saltó a la fama mundial de su compañero.
Alma fue artífice de escenas imprescindibles en la obra del director, como la mítica secuencia de la ducha de Psicosis
La nueva situación frustró a Reville aunque, con el tiempo, acabó aceptándola. Sin embargo, siguió con sus habituales tareas pero desde la sombra. Hitchcock era consciente del talento de Alma, por lo que casi siempre trabajan en equipo, aunque se olvidara de poner su firma al final de cada proyecto. Él mismo acabó reconociéndolo al cineasta François Truffaut en una larga conversación recogida en el libro El cine según Hitchcock. “Después de cada toma, miraba a mi prometida y le preguntaba: ‘¿Va bien, funciona?”, aseguraba Alfred. De este modo, Reville no sólo opinaba sobre el montaje, sino que también colaboraba con los guiones, la puesta en escena y los decorados.
Alma ejercía un papel indiscutible en la obra de su compañero sentimental. Fue artífice de escenas imprescindibles en la obra del director, como la mítica secuencia de la ducha de Psicosis. De hecho, fue ella quien insistió en añadir la chirriante música de violines, pues la escena estaba montada de otra forma y sin música. Un sonido que aportó una imborrable huella en nuestra memoria.
Después de cada toma, miraba a mi prometida y le preguntaba: ‘¿Va bien, funciona?”
El actor Anthony Hopkins, que se metió en la piel del director en la cinta de 2012 Hitchcock y se documentó sobre el matrimonio y todo lo que les rodeaba, también se percató de la labor de Reville. “Ella era la instigadora y la fuerza clave en su vida, pero creo que prefirió quedarse en segundo plano porque sabía perfectamente que su marido era un narcisista. A él le encantaba ser una celebridad, era un hombre brillante, pero como muchos hombres brillantes era un egoísta. Alma, en cambio, era una persona tolerante y eso facilitó su relación”, contó en una entrevista.
Finalmente, en 1979, el cineasta reconoció públicamente la labor de su mujer durante el homenaje del American Film Institute por toda su carrera. “Pido permiso para mencionar por su nombre únicamente a cuatro personas que me han dado todo su cariño, su reconocimiento, sus ánimos y su constante colaboración. La primera de las cuatro es una montadora cinematográfica, la segunda es una guionista, la tercera es la madre de mi hija Pat, y la cuarta es la cocinera más excelente que haya obrado milagros en una cocina doméstica, y el nombre de las cuatro es Alma Reville. Si la hermosa señorita Reville no hubiera aceptado hace 53 años un contrato vitalicio sin opciones para convertirse en la señora de Alfred Hitchcock, es posible que el señor Alfred Hitchcock se encontrara en esta sala esta noche. Sin embargo, no estaría en esta mesa, sino que sería uno de los camareros más lentos de la sala. Quiero compartir este premio, como he compartido mi vida, con ella”.
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